Estamos acostumbrados a seguir unos pasos en un orden determinado desde que nos levantamos, hasta que llegamos al trabajo, colegio o donde quiera que tengamos que ir cada día al levantarnos.
Generalmente cada uno de nosotros tenemos una manera de hacer las cosas en un orden de prioridades. Nos acostamos cada día, pero sabemos que al levantarnos seguiremos la rutina de nuestros actos, como siempre.
Cada uno tiene sus formas de hacer las cosas. A mí me gusta levantarme, ducharme, desayunar si estoy librando, pero con un cacao, ya que cuando trabajo nunca tomo cacao en casa y lo que me apetece es café, y además fuera de casa. Siempre que trabajo, nunca desayuno en casa, sencillamente por esas rarezas que tenemos cada uno de nosotros.
Es como determinados platos de comida, que sólo se comen fuera de casa porque se desspierta unas ganas extrañas de comer algo que de otra manera no nos comeríamos en nuestra casa.Pero a lo que voy es a que si un día de esos en que por cualquier motivo se nos cambian esos hábitos de conducta estamos perdidos. Nos sentimos extraños, acelerados, enfadados, y todo porque nos han descuadrado los tiempos que destinamos para cada una de esas tareas diarias.
Puede ser que nos hayamos quedado dormidos, se nos haya roto el coche, una llamada de teléfono o cualquier otra cosa que haga que no sigamos con nuestra rutina.
Mi consejo para cuando nos pase esto, es tomárnoslo con mucha tranquilidad y de ahí el dicho de “vísteme despacio, que tengo prisa”.
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